sábado, 24 de octubre de 2009

La Guadalupana.

“LA BRUJULA”

LA GUADALUPANA

Heberto Peterson Legrand.

Recuerdo aquel año de 1990 en que tuve la oportunidad de estar presente en la Basílica de Guadalupe en la ciudad de México a donde acudió el Papa Juan Pablo 11 para beatificar a Juan Diego…
Gracias a que en aquel entonces el Obispo de Tijuana, el Dr. Don Emilio Berlie Belaunzaran tuvo a bien obsequiarme el boleto para poder acudir. Fue grata sorpresa y siempre estaré muy agradecido de fineza, pues pudo habérselo obsequiado a otras personas con muchos mayores méritos.
Guardo vivamente en la memoria aquel día tan especial en que tendría la oportunidad de ver en persona al Papa, aquel hombre tan carismático que se gano el corazón de los fieles de todo el mundo que acudían a verlo en sus múltiples viajes por todo el mundo.
En la Basílica estábamos reunidas personas de todas las clases sociales con el corazón rebosante de felicidad y entusiasmo, hermanados en una sola Fe y envueltos de un espíritu Guadalupano que invadía todos los espacios.
Llegó el Papa y todas las miradas apuntaban a un solo objetivo: El sucesor de Pedro que sabemos amo profundamente a México.
Se realizó la ceremonia de beatificación y con ello se escribió una página trascendente en la historia de nuestra patria.
Recuerdo que antes de que el Papa llegara rece en silencio una oración que le compuse a la Virgen de Guadalupe y que titule “ Morenita del Tepeyac” y que a continuación escribo:
“ Morenita del Tepeyac, tú que nos obsequiaste con tu presencia apareciéndote al hermano Juan Diego, dejando plasmada tu bendita imagen en su ayate para ser venerada por pobres y ricos, por sabios e ignorantes, te pedimos que en nuestra nación mexicana reine el amor, te pedimos para que ilumines nuestra inteligencia, inteligencia de hombres sencillos y de los hombres de ciencia, que con toda y su tecnología se han asombrado frente al reto del ayate del hermano Juan Diego, para que nuestra voluntad este el servicio del bien y nos impulse a rescatar al hermano que está sumido en la miseria y al que está sumergido en la obscuridad de la incultura y con ello hagamos realidad tu mensaje para este pueblo nuestro que ha sido privilegiado con la luz de tu excelsa presencia.
El pueblo sencillo te tiene en su corazón y en ti encuentra el paño para secar las lágrimas de la incomprensión de que es víctima por quienes querido ignorar tu mensaje, fortalece nuestra fe para que sigamos luchando por el reino del Amor, de la Paz, de la Verdad, de la Belleza y la Justicia.
Madre del que dijo: Yo soy el camino la verdad y la vida, Madre del que hizo el primer milagro en la bodas de Cana por que tu se lo pediste, pídele a Cristo nuestro padre que es el principio y fin de nuestras vidas que México sea ejemplo de un catolicismo Vivencial”. Una íntima emoción me envolvió porque hacía años que deseaba rezarla ante la imagen de la Morenita del Tepeyac.
Aquel día fue una experiencia inolvidable que guarda uno en el corazón, acontecimiento que toco el alma de todo el pueblo de México que a través de los medios informativos y gracias a la maravilla de la tecnología pudo estar presente.
El festejo del día 12 debería no quedar en sólo eso, en un festejo, sino despertar en nosotros un verdadero compromiso para solidarizarnos con los que menos pueden y menos tienen; para que los mexicanos nos hermanemos y busquemos aquellas acciones que nos permitan hacer un mundo más justo, seguro y pacifico.
Los católicos no comprometidos con los demás y por los demás, seremos sólo una triste caricatura, seremos la antítesis de lo que pide la Doctrina Social de la Iglesia.
Si no cambiamos nosotros mismos y dejamos atrás nuestra apatía, nuestra tibieza e indolencia seremos de aquellos que no nos interesamos por el mensaje de Cristo a través de la Guadalupana.
Guadalupanos que con sus obras den testimonio es lo que el país necesita; la fe sin obras es Vana.

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