CRONICAS ENSENADENSES
(Segundo tomo)
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UN VIEJO AMOR
( Merecido tributo a mi esposa)
Heberto J. Peterson Legrand.
Recuerdo aquél lejano 1954
cuando ingresé al Colegio Ensenada, ubicado entonces en la Calle Primera casi a
la altura de la calle Soto. El propietario fue el Prof. Don Luis Gutiérrez, era
el primer año de existencia del colegio y me vienen a la memoria algunos de los
primeros maestros: Prof. Jesús López Gastélum, Prof. José Luis Domínguez, Prof.
Edmundo Hirales, Profesora Emilia Legaspy, Ésta última la única Ensenadense y
con un prestigio ya ganado.
Cierto día hace su arribo un
automóvil Mercury conducido por un soldado de nombre Agustín, y de él se
bajaron dos niñas, una de siete años llamada Velia y otra de nueve años llamada
Antonia Guadalupe, hermanas de apellido Rodríguez Romero. Yo tenía casi trece
años y mis ojos fueron cautivados, a pesar de mi niñez, por aquella niña de 9
años que era verdaderamente hermosa y ya no la pude sacar de mi mente y
despertó en mi sentimientos que yo mismo no comprendía….puede un niño de casi
13 años ya enamorarse a primera vista?...
Cuantas veces tuve oportunidad
me acerque a ella y obtuve la respuesta que esperaba y aquella “amistad” de
niñez que estaba en transición para convertirse en “tierno amor de adolescencia”
se iba alimentando como las brasas alimentan el fuego con un calor que nuestra
proximidad disfrutaba.
Paso un año, yo estaba en
sexto año y ella en cuarto y dada nuestra edad era muy difícil vernos, pero
buscábamos la manera ya que ella vivía en el Ciprés, hija de un General, él
estricto y yo algo tímido en determinadas circunstancias, aunque llegue a estar
en una fiesta que le organizaron en su casa.
Para fortuna era muy amiga de
Dalel Nassiff y cuando la visitaba, so pretexto de salir a dar una vuelta
pasaban por mi casa y allí la abordaba y platicábamos.
Yo ingresé a la Secundaria
Migoni, y en ese año dolorosamente su
familia decidió mandarla a estudiar a Monterrey, Nuevo León, y es allí donde
sentí que la había perdido para siempre.
En 1958 durante una fiesta en
casa de la familia Anasosa, para mi sorpresa, llegó siendo ya una adolecente de
unos 14 años y seguía hermosa y sencilla en su modo de ser. Se ilumino mi
rostro y se me salió la baba, no lo podía creer, sólo la vi un momento porque
llegaron por ella…
Pasaron los años y yo seguí
aquí, anduve de novio con algunas buenas muchachas, yo seguía siendo algo tímido
sin dejar de ser alegre y muy bailador, en fin la vida es eso experiencia,
siempre fui fiel a la amistad y al noviazgo, el respeto por las damas fue algo
que me inculcaron en mi hogar y era algo inherente a mi persona, sin dejar de
admirar la belleza en algunas muchachas. Había aquí un señor que era de
profesión tornero que tenía una hija alta bella y esbelta y decíamos los
muchachos que su hija era su mejor obra…
Bueno, después de retratarme
un poco, sigo. Pasaron doce años, yo ya tenía 25 años y estando platicando con
mi mamá, el tema era Antonia Guadalupe a quien seguía recordando a pesar del
paso de los años y, cuál es mi sorpresa que a la semana siguiente recibo una
carta de ella para saludarme, enterarse de cómo me encontraba y saludar a la
familia.
Yo me llene de gozo y de
inmediato le conteste y le pedí que me mandara una fotografía de ella para ver
cómo estaba actualmente. Me contesto mandándome junto a su respuesta una
fotografía de ella de un año de edad. Después de la tramposa fotografía le mande
una de un año también pero junto a mi gemelo Humberto. Ella no se esperaba la
respuesta broma sencilla contra broma doble…ya después me mando fotografías
actualizadas y me pude percatar de su belleza, sus ojos me fascinaron, tenían
una expresión que me cautivo.
Transcurrió ese 1966 y nos
estuvimos frecuentemente escribiendo-casi todos los días- y conservamos aún en
una caja las cartas de aquella romántica época.
Por fin en marzo de 1967 me
fui en tren a México, D.F. donde vivía. El día que llegué fueron por mí: Mi
suegra, Velía mi cuñada, Esperanza, una amiga y Antonia. Al verla y estrecharla
por primera vez en mis brazos sentía que me robaba un pedazo de cielo. De la
estación nos trasladamos en vehículo a su casa sentándonos atrás sólo Antonia y
yo y…en el trascurso del camino no pudiéndome contener le expreso mis
sentimientos, mi amor y me le declaro. Su respuesta fue un sí que me supo a
gloria. Nos gustábamos pues ya en las
cartas nos habíamos identificado y manifestado nuestro mutuo amor. Para mí no
era difícil ya que era muy bella y dulce y, yo tuve suerte con eso de que “el
amor es ciego”. Estuve 15 días en México capital, salíamos a caminar, a tomar
café con pastelito a cenar y a platicar sobre infinidad de cosas, hacer proyectos,
elaborar planes y juntos soñar mientras
nuestras almas se estrechaban cada día más, el romanticismo invadía nuestro
espíritu y todo era color de rosa.
Ella decía que en mis cartas
me retrataba, me trasparentaba, me sentía sincero y desperté en ella sentimientos
que desconocía y fue aprendiendo a amarme cada día más y más.
Llegó el no deseado día de
partir, me regresé en autobús sin dinero… ella no lo sabía… y me hizo unas galletitas que me comí junto con un jugo la
primer noche y el resto del viaje tomaba agua, no sé cómo le hice, llegue a
casa de una tía, devore unos tamales con frijoles y seguí mi viaje e Ensenada, juventud
y amor iban de la mano, el amor nos hace hacer lo indecible.
Pasaron siete eternos meses,
llamadas telefónicas incontables, mucho dinero erogado. Logre, con el apoyo de
mi hermosa Madre dar el enganche para una casa en la Ampliación Moderna, en la
calle Atenas.
Llegó octubre y a finales salí
en el último o uno de los últimos vuelos de Mexicana de Aviación en un DC6 a
México ( primera vez que volaba) y llegue el 30 de Octubre.
Nuestra boda fue el 4 de
Noviembre de 1967en la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán en la Capilla de la
Virgen del Rayo. Nuestra primera noche
estuvimos en la capital en el Hotel Alameda donde nos entregamos por primera
vez el uno al otro sin haber pertenecido antes a nadie más. Al día siguiente volamos a Guadalajara, nos
hospedamos en el Hotel Roma, Había un pésimo tiempo al grado que tuvimos que
dejar pagado tres días más de hotel. Estuvimos en el Lago de Chápala donde el agua se había salido de
nivel, fuimos a bailar a un restaurante llamado El Rincón de Toño Nañes donde
había bella música de cuerdas y allí bailamos por primera vez, ya que en
nuestra boda no hubo tal
El Hotel era muy singular
pues, independientemente de que tenía los controles de las luces en lo que
podríamos llamar los lugares normales, los tenía además en la cabecera de la
cama. Nos acostamos y con cualquier movimiento de los enormes almohadones se
encendían una u otras luces y teníamos que sentarnos, reconocer aquellos
contactos cóncavos incrustados en la cabecera, fue aquello un circo, nos
sentamos a reír a carcajadas pensando que no sólo en las películas sucede eso,
fue verdaderamente anecdótico.
Para no perder la costumbre me
quedé sin dinero y nuestra última cena en el Hotel fue repartirnos unos
jamoncillos que había comprado en un puestecito, yo con cara de preocupado y
frustrado y Antonia sonriente consolándome.
Al siguiente día nos
desayunamos con los $ 17.50 que nos habían quedado en aquel 1967, abordamos él
avión, mi primer vuelo en jet, y salimos rumbo a Tijuana.
Ya instalados en Ensenada en
un departamento que era propiedad de la Sra. Vda. del Ing. Mauro Aguirre a
quien cariñosamente le decíamos “Tita” ubicados en calle 10ª, entre Avenida
Ruiz y Obregón iniciamos nuestra vida de casados en nuestra querida Ensenada.
Días después nos trasladamos a
nuestra casa ya terminada en la calle Atenas de la Colonia Ampliación Moderna…
Hoy han pasado casi 45 años de
casados, tenemos un hijo de 44 años llamado Rolando, Maestro en Geología,
soltero; Heberto de 42 años Casado con Karen Gastélum, ambos Filósofos, y él
estudiando un doctorado, nos han dado dos nietos: Heberto Iván de doce años y
Erik de 9 y Soraya, de 36 años de profesión Lic. en administración de
Mercadotecnia, casada con Jorge Piñuelas, Contador Público y Abogado, nos han
obsequiado dos nietos: Andrea Isabel de 12 años y Jorge Mario de 5 años. En
nuestros hijos y nietecitos vemos la extensión y el sentido de nuestras vidas
ya que nos prodigan un amor inconmensurable que nos produce una satisfacción
indescriptible que llena nuestras vidas.
Antonia Guadalupe, es ese
Viejo Amor, que empezó en una tierna edad cuando era un joven amor y hoy la
vida nos ha desgastado y en las buenas y en las malas siempre hemos estado
unidos, tomados de la mano y dando gracias a Dios por tantas bendiciones.
Vemos nuestras fotografías y
vemos que el tiempo no pasa en vano, pero por dentro hay un cúmulo de
experiencias y enriquecimiento espiritual que nos inyecta juventud y todavía
nos presenta un horizonte de esperanzas y la responsabilidad de dejarles a
hijos y nietos el legado de la responsabilidad y compromiso.
Nuestro mayor deseo es seguir
unidos hasta el último suspiro y que nos haga personas de Bien y capaces de
seguir Amando aún más allá de nuestro Hogar.
Un viejo Amor es cimiento
firme que se sustenta en la Verdad, la Belleza y el Bien.