domingo, 25 de octubre de 2009

Nuestros Difuntos...

“LA BRUJULA”

NUESTROS DIFUNTOS

Heberto Peterson Legrand

El día dedicado a nuestros difuntos nos invita a que hagamos un alto en el camino y rescatemos el recuerdo de aquellos seres amados que formaron parte muy importante en nuestras vidas.
Aquí vivieron: rieron, cantaron, lloraron, sufrieron, forjaron sueños e ilusiones, lucharon por su realización personal y familiar, entregaron lo mejor de sí mismos...
En los diálogos familiares de seguro que los recuerdos afloraran y estarán llenos de anécdotas, hasta las sonrisas estarán presentes recordando ocurrencias, bromas, travesuras y otras cosas que nuestros difuntos hicieron.
También habrán de venir a la memoria los consejos que nos dieron, el apoyo que nos brindaron desinteresadamente, la solidaridad que tuvieron para con nosotros en aquellos momentos en que necesitamos de ellos.
Si pudiésemos conocer lo que en todas y cada una de las familias se recordará nos impresionaría la riqueza que de seguro encontraríamos.
El recuerdo de nuestros padres que supieron de sacrificios con tal de darnos a nosotros ciertas comodidades; sus desvelos cuando estábamos enfermos y celosamente nos cuidaban; la donación de su amor que siempre buscaba lo mejor: todo aquello que nos hiciera felices.
El recuerdo de la esposa o esposo, compañeros de nuestra vida de cuyo amor nuestros hijos son la síntesis más preciada. El recuerdo de los tiempos felices en que juntos forjamos ilusiones y tratamos de abrirnos camino en la vida; el dolor de su perdida y el vacío que dejaron en nuestras vidas.
Los hijos que se nos adelantaron y que quisiéramos aún tener en nuestros brazos para prodigarles todo nuestro amor. Hemos de recordar los momentos bellos en que juntos estábamos y en la oración encontramos el lazo que nos mantiene unidos en esa comunicación espiritual que nos da la esperanza de un futuro reencuentro...
Los abuelos que nos donaron su amor, los recordamos cansados, sin la energía de otros ayeres más lejanos, siempre dándonos consejos y abogando por nosotros.
Aquellos amigos que se nos adelantaron y fueron leales a la amistad. Recordamos tantas vivencias juntos en las distintas etapas de nuestra vida: los amigos de la infancia donde el sentido gregario nos mantenía unidos con nuestras pandillas; la época del noviazgo y los bailes en que la vida nos sonreía; los amigos de esos matrimonios jóvenes que compartíamos junto a nuestros hijos bellos momentos y los amigos ya de la vejez que comparten con nosotros otras experiencias...
Gran pueblo aquel que lucha por mantener vivas sus tradiciones, tradiciones que enriquecen el tejido social y mantienen vivos los valores que mantienen unido el lazo familiar...
Pobre pueblo aquel que renuncia a sus valores para dar entrada a “valores” ajenos que no contribuyen al mantenimiento del núcleo familiar sino que son producto de una mercadotecnia enajenante que alienta propósitos comerciales.
Perder la memoria de nuestros difuntos es perder la brújula, la identidad de nuestro pasado, es dejar de tener historia personal y social, es un ir muriendo poco a poco...
La familia mexicana siempre ha sentido un profundo respeto al recuerdo de sus antepasados, desde la época prehispánica hasta recientemente, es un valor profundo que esta en el alma del pueblo.
Hagamos ese necesario alto en el camino y junto con nuestras familias rescatemos el recuerdo de nuestros difuntos para sentirlos junto a Nosotros.
Que los Ofrendas o Altares sean promovidos por las familias, instituciones educativas culturales y medios de información para mantener vivos estos Valores ten Nuestros.

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