domingo, 10 de diciembre de 2017

LA BRUJULA
Heberto J. Peterson Legrand

AL PADRE AUSENTE.

Recuerdo aquel 4 de junio de 1955, eran como las dos y media de la tarde y mi gemelo Humberto y yo nos despedimos de nuestro Padre, Don Leo Peterson, porque íbamos al cine México a ver el estreno de la película Robinson Crusoe. El estaba en la recámara central de la planta baja leyendo los periódicos San Diego Unión y el Diario de Ensenada, yo me detuve al salir de la recámara y sentí la necesidad de regresarme, me le quedé viendo unos segundos, algo presentía y me uní a mi gemelo para irnos. 
Después de disfrutar la película nos fuimos a casa de Don José Luis Fernández Bandini quien con su familia vivían en la calle Miramar, nosotros teníamos 14 años de edad y estando obsequiados con la hospitalidad que a los Fernández les ha caracterizado comentando la película y de seguro jugando, horas después, llegó nuestro primo el Dr. Pedro Loyola por nosotros, hecho que se nos hizo muy extraño y nos dijo que nuestro papá estaba enfermo…
Yo que había presentido algo que no me había sabido explicar le dije: Dr. Díganos la verdad…cómo está mi Papá y el nos dijo abrazándonos: Acaba de morir…
Llegamos a la casa y sobre la cama del Dr. Berlanga nuestro cuñado y mi hermana Olga allí estaba, parecía que estaba dormido…
Le escribí un pensamiento hace tiempo y que comparto con aquellos que también han sufrido la pérdida de un padre cuando mucho se les necesita.




 AL PADRE AUSENTE
Heberto Peterson Legrand

Hoy evoco tu recuerdo con un sabor
de frustración,
porque ya no siento la cercanía
de tu rostro paternal,
las caricias de tus manos que el tiempo
de tu existencia ya había ajado
y quizá vuelto algo torpes ante la ausencia
de la elasticidad ya pasada...

Cómo me han hecho falta tus consejos,
tesoro que no me fue dado poseer y por ello
mendigue en otros seres para llenar ese vacío
que mis años mozos requerían para mi formación,
ayuno del alimento de tu sabiduría ,
producto de tus triunfos y fracasos.

Recuerdo tu abundante cabellera blanca como la nieve,
tu elevada estatura que tenía la grandeza de tu alma,
no olvidaré la mano firme que muchas veces me reprendió,
pero tampoco esos momentos en que arrepentido
te acercabas para prodigarme una caricia y decirme
con tu actitud: “ hijo a pesar de mi proceder mucho  te
amo”.

Si hoy te tuviera como iba a disfrutar sondeando el baúl de
los recuerdos de tu memoria, para que me hablaras de tus
vivencias, tus anhelos y esperanzas,
de los frutos recogidos en tu camino.

Si en algo fallaste conmigo, yo te perdono, porque aún ausente
te amo, y como cristiano espero un reencuentro contigo,
Si yo te falle, estoy seguro me habrás perdonado,
porque tu corazón era como un infinito horizonte
de amor paterno.

Tus hijos, nietos y biznietos, tenemos mucho de ti en nuestro ser,
bendito Dios, creador de las leyes de la genética, bendito Cristo
creador de nuestras almas, bendito cielo, que hizo de nosotros por la
herencia, amalgama que contiene tu presencia.

Ensenada, amada tierra que te vio nacer, que sintió  tu latidos
y los pasos de tu niñez, su cielo su mar y sus cerros fueron testigos
de ilusiones que acariciaste y testigos mudos del amor que
cosechaste.

Recibe el amor de tu hijo que orgullosamente siente correr en sus venas
el flujo de tu Amor.



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