“LA BRUJULA
AURORA Y OCASO
Los nietos, padres abuelos y bisabuelos…
Heberto
Peterson Legrand
petersonheberto@live.com
Estoy frente a mis pequeños nietos y veo en ellos el
aurora de una existencia: sus ojos reflejan la
viveza de ese despertar a la vida; sus rostros envueltos en una piel
fresca, tersa: sus movimientos ágiles, pueden contorsionar sus cuerpos con una
elasticidad sorprendente, brincar, hacer maromas…
Sus cerebros y mente abiertos para recibir toda la
información que les llegue de su entorno: son como esponjas que todo lo
absorben; sus neuronas abiertas para recibir todos los estímulos posibles. Esa
resplandeciente aurora de su vida los abre para recorrer los caminos inéditos
de su existencia acompañados de esa envidiable vitalidad con la que cuentan
para dilatar su creatividad, conquistar y conquistarse.
Transitan por los caminos del: por qué? Para qué? Y de
los mil cuestionamientos con que nos abruman a los adultos que muchas veces
olvidamos que también fuimos pequeños y todo lo queríamos saber…
Vemos a los nietos y no dejamos de pensar en el largo
trayecto que aún les queda por recorrer y nos preguntamos: qué les tocara ver?
En el futuro como será su mundo?.
Son una fuente de energía inagotable, si se cansan en
cualquier rincón o lugar se quedan dormidos, cargan las baterías y de inmediato
siguen empujando.
Cuando dicen abuelito o abuelita nos están acariciando;
con sus ojitos nos expresan lo que están sintiendo; cuando se nos acurrucan y
dan un beso simplemente nos desarman, nos dan motivos para querer seguir
viviendo, alegran nuestros corazones y le dan vida a la “casa de los abuelos”.
Con la mayor naturalidad dicen lo que sienten: hacen
sentir lo que les gusta y lo que les disgusta, no saben de formas. Somos
nosotros quienes muchas veces los inhibimos y les vamos quitando la frescura
con que se expresan.
Esas criaturas que se están abriendo a la existencia en
ocasiones son víctimas de nuestros sentimientos de inferioridad, de los
complejos o de los desajustes de nuestra personalidad y con nuestras actitudes no permitimos que se
desenvuelvan y maduren adecuadamente…
Pienso en nosotros los abuelos: ya nuestros ojos están
cansados, nuestra visión no tiene ni la claridad ni la frescura de un ayer que
ya no volverá. Nuestros pasos ya no tienen la
Ligereza añorada, son algo torpes; nuestros movimientos
no pueden ser bruscos porque nuestros huesos y músculos son más frágiles.
Con facilidad nos cansamos mental y físicamente: tenemos
que administrar nuestras energías, ya las desveladas nos agotan; nuestra
atención ya no es tan sostenida como antes.
Nuestra existencia está en su ocaso; nuestro futuro es
muy corto; hemos recorrido el mayor tramo de nuestra vida y no podemos volver
atrás para reiniciar y evitar los tropiezos, los errores cometidos…
Quisiéramos durar lo necesario para ver crecer a nuestros
nietos, tener la oportunidad de poderles expresar prolongadamente nuestro amor,
pero…sólo Dios sabe cuando será el termino de nuestro camino que cada día se
acorta más…Sólo Dios, nadie más sabe cuál es el límite de nuestra Existencia…
Hoy que los tenemos gocémoslos, procuremos dialogar con
ellos, son una generación digital, los vemos junto a nosotros pero con su
atención centrada en una serie de instrumentos que la tecnología hoy en día ha
hecho que estén físicamente pero mental y afectivamente están alejándose cada
día más. Paradójicamente: están y no están. Debemos junto con sus padres
encontrar ese camino de reencuentro con ellos, quizás a través de una especie
de pacto: Te dejo que uses el instrumento pero por x tiempo o en tal lugar y
momento a cambio de que convivas con nosotros. Las dos o tres generaciones
debemos aprender a encontrar esa nueva convivencia buscando los cómos.
Debemos acariciarlos con un beso, un abrazo, con un “te
quiero”, con un dialogo que a ellos les interese….
Arduo camino, pero hay que Transitarlo, no dejándolos
siempre solos en su mundo y nosotros los adultos en el nuestro atrapados en un
dialogo que a ellos les Aburre…
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