CRONISTA
DE ENSENADA
LEO PETERSON COTA
REMEMBRANZAS
(primera parte)
Heberto J. Peterson Legrand.
Hacia tiempo que quería entrevistar a mi primo hermano y compadre: Leo
Peterson Cota, nacido el 18 de marzo de 1923 en Ensenada.
Leo es nieto del Dr. Bertram Peterson Hegge e hijo de Don Alfonso Peterson
Gutiérrez y Doña Esperanza Cota.
Es un experto cazador, y entre otras actividades fue gerente de la
Pepsicola y, junto con mi comadre Carmela Salvatierra formó una excelente
familia, dando a sus hijos: Leo, Eugenio, Juan Carlos e Ivan formación
profesional y una educación en valores que ambos comunicaron y siguen
comunicando con el ejemplo.
Fuimos Toña mi esposa y yo a visitarlos y disfrutando de unas copas de vino
me di a la tarea de abrir el baúl de sus recuerdos para obtener un mínimo de
información que gustosamente compartió.
En sus remembranzas recordó sus estudios en la “Escuela Progreso” que en
ese entonces era exclusivamente para varones. Allí estuvo hasta quinto año y
dice que cuando la “ Escuela Corregidora”,
que era exclusivamente para mujeres se convirtió en mixta, él y otros
amigos se inscribieron de inmediato...no quisieron dejar pasar esa
oportunidad...
Recuerda con mucho cariño a La profesora Concepción Legaspy, maestra muy
querida en Ensenada y perteneciente a las familias fundadoras del puerto, quien
fue su profesora en la Corregidora.
Leo nació en la calle Gastélum, entre las calles siete y ocho, en la que
fue primer casa del Dr. Bertram Peterson, casa que aún existe y está frente al
CESPE.
Entre otras, recuerda muy gratamente a vecinos de aquellos años de la
década de los 20 del siglo pasado. Le vinieron a la memoria la familia Sarabia
Escandón y los Beltrán cuya casa sigue ubicada en la esquina de la calle
séptima frente a la carnicería Herford.
Junto a su casa estaba una que, dice él, parecía castillo y pertenecía a la
familia Marrón.
En aquel apacible Ensenada los niños y jóvenes jugaban a las canicas y al
trompo, y eran tan buenos que los adultos se reunían para verlos jugar.
Recuerda a su hermano Alfonso, excelente para las canicas y a Poncho Escandón.
Jugaban béisbol a espaldas del “ Cine Centenario “, el cuál fue inaugurado
en 1910 con motivo del primer Centenario de nuestra Independencia.
Después se fueron a jugar en un terreno baldío ubicado en la esquina de
Gastélum y calle octava donde estaría después la casa del Dr. Cicerón Mejía.
Al “ Cine Centenario” iban a la matiné y les cobraban 20 centavos. La luz
se apagaba durante la proyección de las películas unas seis o siete veces,
debido a una planta de luz que surtía a la ciudad y seguido fallaba.
Junto al cine, un señor de apellido Payan tenía un puesto donde vendía
sodas y emparedados. El señor Payan después fue administrador del “Restaurante
Colonial”, ubicado en la calle segunda entre la Avenida José Manuel Ruiz y la
calle Alvaro Obregón, antes de que fuera propiedad de la familia Rembao.
Siguiendo con sus recuerdos, nos platicaba que en esa época no había gas y
las estufas eran de leña. Los burreros los surtían de leña y aún recuerda, como
si fuera hoy, el rechinar de la leña atada con unas cuerdas mientras unos ocho
o diez burros avanzaban por las calles trasladando el producto que las familias
demandaban.
Le pregunte que recuerdos conservaba del abuelo, Dr. Peterson, y me dijo
que era un hombre muy ordenado, metódico. A las siete de la mañana, todos los
días, salía rumbo a la carnicería de los Núñez, ubicada en la Avenida Benito
Juárez frente al “cine Ensenada”.
A las 12:00 horas todos debían estar sentados frente a la mesa para comer;
a las 19:00 horas se cenaba y a las 21:00 horas se iba a acostar.
Acostumbraba jugar cartas (la malilla) muy seguido y acompañado por Doña
Josefita, su cuñada, y las hermanas Legaspy, entre otras personas. Era un
hombre serio pero muy buena persona.
La esposa del Dr. Peterson, Doña Guadalupe Gutiérrez murió muy joven y su
hermana Josefita se quedo a educar y cuidar
sus sobrinos quienes siempre la vieron como una madre.
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