Entre Cerros y Cedros
VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE N.S. DEL CARMEN EN
ISLA DE CEDROS, BAJA CALIFORNIA.
Comparto con
ustedes estas líneas que pretenden ser una breve descripción de la experiencia
espiritual y pastoral que he vivido en la segunda Visita Pastoral a la
comunidad cristiana que peregrina en Isla de Cedros.[1]
La Isla está ubicada hacia el noroeste del paralelo 28, frente a Guerrero Negro
en el Océano Pacífico. Desde Ensenada son alrededor de 400 kilómetros en
línea recta hacia el suroeste. Hay comunicación aérea desde Ensenada, Tijuana y
Guerrero Negro; comunicación marítima desde Ensenada, Guerrero Negro y Punta
Eugenia, las últimas en Baja California Sur. La población que vive establemente
en la Isla es de un poco más de 2000 personas, aunque puede variar según las temporadas de pesca.
Actualmente el padre Rodrigo Salinas es el párroco. En el archivo parroquial de
la Isla hay datos desde 1942 y la primera firma corresponde al padre Luna,
religioso franciscano. Cuando se erigió la diócesis de Ensenada (25 de abril de
2007), Don Rafael Romo, arzobispo de Tijuana, me prometió proveer de sacerdote
la parroquia de Cedros mientras él estuviera en la sede de Tijuana. Lo ha
cumplido puntualmente y, de vez en cuando, visita la Isla.
Lunes 4 de julio de 2011.
Muy temprano,
en Ensenada, hacemos los preparativos espirituales y logísticos para esta
visita. Rezo la oración de la mañana y oro por la gente que vive en la Isla, la
gente que hace posible nuestro viaje y por la gente de Estados Unidos en el
aniversario de su Independencia; oro, también, por la comunidad de nuestra
Señora del Refugio y por todas las Cuquitas y los pocos Cucos que quedan en la
comarca; es su día y nuestro día. Aunque es la sexta ocasión que visito la
comunidad católica de Cedros, siempre encuentro algo nuevo que me ilusiona, me
dispone y me preocupa. Ya no es la incertidumbre de la primera vez, pero no deja de haber en mi corazón una
cierta dosis de ansiedad y deseos de estar ya, lo más pronto posible, en
‘tierra firme’, el suelo vital de nuestros hermanos cedreños. ¿Ansiedad anterior a todo viaje? ¿Miedo a
volar? No lo sé. Todavía no logro ver con
claridad y aceptar mis emociones en estas
circunstancias. Dios mío, tú los sabes todo…
A finales de
febrero (2011) inicié la segunda visita pastoral a las parroquias de la
diócesis. Empecé por el Decanato de nuestra Señora Estrella del Mar, el más
distante de la cabecera de la diócesis, en kilómetros. He ido descubriendo que
nuestra gente anhela, prepara, celebra y disfruta la visita del obispo. Aunque
ya no es tan a la larga (‘cada venida de
obispo’) sin embargo hay ‘un algo’ especial en el ambiente. La presencia
del obispo y del sacerdote sigue siendo muy importante en la vida de la
comunidad. Una fortaleza, se dice hoy, a favor de nuestra misión.
El padre
Miguel Alva pasa por el padre Gerardo Maya y por mí a la hora convenida. Llegamos
al aeropuerto de Tijuana, sección vuelos
especiales. Nos encontramos al padre Tony Zambrano y, al rato, llega el padre
Aurelio Castillo, antiguos párrocos en la Isla;
también están doña Inno y don Manuel, papás del padre Rodrigo. El avión
de ESSA, de nueve plazas, que nos
trasladará a Cedros ya está listo. “Salimos a las dos de la tarde”, nos dice el
Capi Corral a quien saludo con cariño y gratitud. También está Daniel, el
copiloto. Pasamos las revisiones de rutina subimos al avión. Despegamos a la
hora exacta, como le gusta al Capi Corral; después de una hora más cinco
minutos, aterrizamos en la Isla. Ha sido un vuelo relativamente tranquilo,
pocos sobresaltos pero, durante un breve y severo bache aéreo, me sudan las
manos. En esos momentos miro a los pilotos en calma y me sereno; la nave no se
viene a pique, pienso y rezo; nuestro Padre Dios nos necesita más en la tierra
que en el cielo, hablo solo y me tranquilizo…
La gente de
Cedros es expresiva y querendona; no se
complica, es muy sencilla en el trato y en su lenguaje… Algunas personas nos reciben en la pista de
aterrizaje con el padre Rodrigo a la cabeza. Rápido traslado a la casa que
generosamente nos presta la empresa ESSA en el Morro, a un lado de la pista
aérea. Oigo la invitación a comer al restaurante El Marino; son las tres y
media de la tarde; me suena a gloria ya que el desayuno había sido frugal y
penitencial. Comemos pescado fresco, descansamos un ratito y concelebramos la
Eucaristía en el Santuario de Guadalupe en el Morro a las seis de la tarde. La
homilía es sobre la Palabra del día (no debe ser de otra forma) y,
providencialmente, es un llamado a vivir la fe con constancia y con frutos para
la comunidad. Muy buena participación de
los presentes, respuestas y cantos adecuados. Durante la celebración los padres
confiesan y mucha gente aprovecha la oportunidad de gracia que Dios nos ofrece
en la Visita. No falta la pastoral de la foto. Después cenamos unos riquísimos
burritos de machaca de pescado. Veo a la gente contenta y como queriendo
alargar el momento. Así nos sentimos cuando nos sentimos en paz, gozosos y bien
alimentados en el cuerpo y en el alma.
Las labores
del día terminan a las ocho y media de la noche y todavía nos queda tiempo para
ir a ‘pistear’, como dicen en el Morro. Nos vamos a caminar en la pista durante
una hora el padre Gerardo y yo. El cielo lleno de estrellas, la luna en cuarto
creciente, el mar plateado, el aire con aromas especiales, las cuentas del
rosario haciendo su trabajo. Gracias, Señor, por el día vivido y convivido. Ha
sido un día intenso y extenso. Dormiremos en la tierra-suelo-hábitat donde esta
gran gente cree y ama; lucha, trabaja y espera; sufre y se alegra. A descansar.
Martes 5 de julio de 2011.
Cambiar de
lugar significa también cambiar ambiente, de cama, de almohada y de todos los
utensilios necesarios para el descanso nocturno. Anoche dormí bastante bien a
pesar de estos cambios, quizás por la conciencia tranquila, el cansancio
acumulado o el aprendizaje de cuatro años de pastor de una diócesis bastante
extensa. Calculo haber recorrido cerca de cien mil kilómetros en estos cuatro
años por cielo, mar y tierra… Algo deben haber aprendido el cuerpo, la mente y
el corazón para no ponerse exigentes y buscar pretextos para no descansar.
Los sacerdotes
que me acompañan están hospedados en la misma casa. A las siete y media de la
mañana nos reunimos para orar juntos con la oración de laudes y meditar el evangelio del día. Si para todo cristiano la mañana
es momento fuerte para poner en manos de su Señor el trabajo del día recién
estrenado, para el obispo lo es mucho más. En el equipaje de un cristiano bien
documentado con las herramientas de la vida espiritual se le llama ofrecimiento
de obras. Acostumbro hacerlo todos los días; no sólo pongo en las manos
compasivas y providentes de nuestro Padre la agenda del día sino también todas
las agendas de los feligreses que se me han confiado. Hay tanta gente que me lo
ha pedido. Una de las tareas del obispo, quizás la primera, es orar por su
grey. Cuando le preguntaron a Juan Pablo II, recién elegido Papa, cuál era su
principal obligación como Papa de la Iglesia respondió orar, orar, orar… Mucho
tenemos que aprender de un beato.
Desayunamos en
casa con la sabrosa posibilidad de escoger entre huevos rancheros, huevos con
jamón y huevos con chorizo. Héctor y Yoly, encargados del servicio/apostolado
de la cocina nos atienden con dedicación, sonrisas y sabores bien sazonados.
Pregunto de qué es el chorizo y me dicen que hay de res, puerco y abulón.
Caray, chorizo de abulón no hay todos los días, mucho menos fresquecito y
gratis, reflexiono en voz alta; me decido por el fruto típico de estas islas;
no me arrepiento…
A las nueve y
media de la mañana llegan Eduardo Aguilar, el padre Rodrigo y un aventado
equipo de señoras y jóvenes para que nos traslademos por carretera a los campos
pesqueros a visitar durante el día. Es Visita Pastoral y hay que ir al lugar
donde los bautizados viven y trabajan. En dos camionetas hacemos el recorrido
al campo sargacero La Colorada en
cuarenta minutos; el camino ha sido raspado y está en buenas condiciones.
Llegamos a la hora programada y saludo a cada uno de los trabajadores en sus
casas, algunos con su familia aprovechando el tiempo de vacaciones; se ve que
los niños disfrutan como si estuvieran en Cancún. Sus padres no salieron hoy a
trabajar porque tenían la visita especial de su obispo, en su casa provisional
y en el lugar de trabajo. Comentan que es bueno que el obispo los visite ‘para
que haga buen tiempo’. Es la tercera vez que visito este campo y encuentro a
los señores más desenvueltos, alegres, con su ropa de fiesta. Hay ya rostros y
apodos conocidos. En la primera visita alguien se quejó porque no iba a dejar
de trabajar un día… Eduardo Bea había preparado las visitas anteriores a La
Colorada y tenía mucha ilusión por esta tercera visita; pero ya no estaba: fue
recortado de su trabajo por reorganización de la empresa. Sus compañeros lo
recordaron con gratitud, cariño y nostalgia; no sólo era un gran trabajador
sino también un excelente catequista, evangelizador y organizador… Celebramos
la Eucaristía en un tejaban muy bien preparado para la ocasión; el altar fue
hecho de sargazo, especial para esta celebración. El campo tiene su capilla
dedicada a la Virgen de Guadalupe pero es demasiado pequeña para estas fiestas.
Mientras celebramos la Eucaristía los padres Tony y Aurelio confiesan; algunas
personas aprovechan para ‘ponerse en estado de gracia’. No hay misa que no disponga
también para compartir los alimentos. ¡Qué sabrosa comida! ¡Qué cantidad de
comida! Pescado y mariscos, frescos y bien cocinados; los sacaron del mar
temprano, en la misma mañana. Yo creo que el sabor exacto lo da la generosidad,
el compartirlo, el comerlo en familia y como familia. La comida se convierte en
fiesta de la vida, de la fe en Jesucristo y en su Iglesia. La multiplicación de
los panes no es cosa del pasado; es el milagro de la fe-amor aquí, con esta
gente, en esta colina, a orillas del mar. Todavía sobraron doce canastos.
¡Bendito sea Dios! ¡Bendito seas, Señor, Dios del universo y de este pueblo
sencillo, como nos dijiste en el Evangelio de hace unos domingos!
La segunda
estación fue en el campo san Agustín
y el motivo la bendición de una hermosa capilla hecha con muy buen gusto y,
como todas las cosas de Dios, con mucha fe, fuerte esperanza y muchas toneladas
de amor paciente y servicial. Recorrimos el trayecto de unos ocho kilómetros
por tierra, subiendo y bajando cerros que lucen sus variadas piedras en lugar
de árboles. ¡Hermoso panorama! ¿Quién ha dicho que la obra de la creación es
fea y mala? Y vio Dios que todo era
bueno, dice el autor sagrado del primer libro de la Biblia… Llegamos y
encontramos a las familias reunidas fuera de la capilla. Escuchamos el
Evangelio del domingo del sembrador y nos detuvimos en la primera frase: Un día salió Jesús de la casa donde se
hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Ahora nos tocaba a
nosotros estar sentados a la orilla del mar, con sus tonos variados así como es
el mar de/en la vida. Pedimos a Jesús, sentado junto a nosotros, que nuestra
capilla fuera lugar de encuentro con Él y con todos los hermanos que por allí se
sentaran a la orilla del mar de las preocupaciones de cada día y de la
temporada de la langosta. Hicimos la oración de bendición y rociamos con agua
bendita a la gente reunida, las imágenes y todos los rincones de la capilla.
Como no hay fiesta sin comida, hicimos el sacrificio de volver a comer. La
langosta, protegida en el fondo del mar ya que está en veda, nos vio disfrutar
una bien lograda carne asada aderezada con verduras y salsa, envuelta en sabrosas tortillas de harina que me hicieron
recordar el terruño de origen. A la hermana langosta le llegará su turno a
partir de septiembre; dicen que asada sabe mejor.
Hay un camino
nuevo de san Agustín al Waily; antes
se hacía el recorrido en lancha; así me tocó la primera vez que visité estos
campos. Manuel y su esposa me invitaron a subir a su carro; muy buena
oportunidad de platicar son ellos sobre su
familia, el trabajo y las expectativas para el futuro. Llegamos rápido
al campo Waily y esperamos a los compañeros que iban en otros carros. En este
campo encontramos solamente a tres vigilantes; no es tiempo de langosta pero
hay que cuidar la zona para evitar la pesca furtiva; en temporada de pesca hay
mucho movimiento; se ve que hay más infraestructura para facilitar el trabajo,
almacenar el producto de la pesca y enviarlo a los diferentes mercados. Saludo
a las tres personas, platico, bromeamos, salimos conocidos y quedamos
convertidos en hermanos en el camino. Pido y me dan un vaso de agua
fresca. ¡El Evangelio de Jesucristo
vivido hasta el último rincón de la isla y de la tierra!
Quizás los
nombres de La Colorada, san Agustín y El Wayly no digan nada a la gente que
vive en Ensenada o en otras lugares. Para las personas que viven en Isla de
Cedros o son de Cedros y viven en otros lugares estos nombres significan vida,
familia, trabajo; casa, hogar y escuela de vida. Me llama poderosamente la
atención que toda la gente trabaja en equipo, nadie trabaja solo. Es cuestión
de estilo de vida, exigencia del mismo trabajo, también de sobrevivencia.
Dondequiera hay escuelas para vivir mejor. Otra vez lo básico de/para la
felicidad: persona, familia, escuela, trabajo, fiesta.
Regresamos al
pueblo a las cinco y media de la tarde. El padre Gerardo tenía programada una
reunión con el Consejo Parroquial de Pastoral a las seis de la tarde para
platicar sobre este organismo de comunión. Era el único Consejo que nos faltaba
por visitar. Descansamos un momento, rezamos la oración de vísperas y aceptamos
la invitación a cenar del doctor Nuño y Rosalva su esposa. Se reúne la familia
nuclear y la ampliada, muy amplia y entusiasta, por cierto. Un gran ambiente
familiar, más mariscos y el apetito todavía dormido. Muchas gracias, ‘Ñuños’,
por su alegre y generosa hospitalidad.
Volvemos a
casa para el descanso nocturno y me veo
en la necesidad de ir a ‘pistear’; es mucho lo que he comido durante el día;
mis hermanos sacerdotes no me siguen la corriente, están más jóvenes y parecen
no necesitar ejercicio extra para quemar calorías. Las cuentas del rosario
hacen su trabajo bajo la luz de la luna creciente, las estrellas y la paz
tranquila del ambiente y de la conciencia. Son las diez y media de la noche; es
tiempo de dormir. Muchas gracias, Señor por este sabroso día tan lleno de tu
gente sencilla, de Iglesia, del alimento de tu palabra, de fe y esperanza bien
alimentadas para amar más.
Miércoles 6 de julio de 2011.
La agenda de
este día nos indicaba que era el día de visitar las Islas Benitos, escrito tal cual,
como lo escuché. El padre Rodrigo hizo los preparativos necesarios, incluyendo
los permisos para ingresar a esta reserva natural. Me habían platicado acerca
de la belleza singular de esos lugares, son tres islas, pero, por alguna razón
u otra, no habíamos podido hacer la visita. Hoy es el día que nuestro Señor nos
asignó en su providencia. Como de costumbre, santa y buena, nos levantamos
temprano, hicimos la oración de la mañana, desayunamos y dispusimos lo
necesario para el viaje en lancha. Estuvimos puntuales a las nueve y media de
la mañana en el muelle del pueblo para abordar las lanchas que nos habían
asignado. Al llegar al muelle, El Muro, así le llaman, vi a varias personas
haciendo su trabajo de cada día y a otras tantas preparando los últimos
detalles de las embarcaciones que habían puesto a nuestra disposición. Pensé,
Dios mío, ¡a mí que no me gusta molestar gente en ninguna circunstancia! ¡Mira
nada más!... Aunque no quiera, tengo que aceptar que nos necesitamos en las
labores de cada día, en los desplazamientos para salir al encuentro de nuestros
hermanos, en la elaboración de los alimentos, en la celebración de los
sacramentos, en…, en…, en… Con justa razón el amor al prójimo es el ingrediente
principal de/en la vida; es la expresión que autentifica el amor a Dios; es la
condición de posibilidad para que el amor a nosotros mismos sea sano,
edificante y constructivo. Muchas gracias, lindas personas que hacen posibles y
seguros nuestros desplazamientos.
Nos asignan
dos lanchas rápidas, dicen los que conocen. Una es conducida por Rigo y la
otra, por Ricardo. El padre Aurelio ha regresado a Tijuana y ya no nos
acompaña. El padre Rodrigo –como buen capitán- ordena que el padre Gerardo, el
padre Tony, Gloria, sus papás y un
servidor, subamos a la lancha que
conduce Ricardo. Me sugieren/indican/mandan que me vaya en la cabina junto al
conductor por seguridad y ‘para que no me queme tanto’... ¡Mar adentro!
¡Vámonos!... Nuestra lancha sale primero.
Recordé entonces el relato de Lucas en los Hechos de los Apóstoles cuando,
al embarcarse junto con Pablo rumbo
alguna ciudad para evangelizar, decía “nos hicimos a la mar, zarpamos de…” No hay duda que nos debemos a la Palabra de
Dios y no podemos olvidarla en los diferentes momentos que vivimos. “Nos
hicimos a la mar” me sigue sonando en la mente, en el corazón y en el espíritu,
por un buen rato… Rodeamos parte de la Isla de Cedros y nos dirigimos directo a las Islas Benitos. Durante un buen
rato platico con Ricardo sobre su experiencia y conocimientos acerca del mar, lo que contiene, lo que da,
lo que quita, sus misterios, sus retos, su actualidad. Aunque es una persona
joven, ya acumula bastante experiencia. ¿Cuánto se hace hasta las islas
Benitos? ¿Cuánto tiempo falta para llegar? Son preguntas que aparecen
espontáneamente al ir avanzando ‘encarrerados’ sobre las olas. Son casi
cuarenta kilómetros o millas, no recuerdo bien, dice el conductor; consulta un
‘aparatito’ y nos dice con seguridad que faltan treinta y dos kilómetros para
llegar y las islas todavía no se ven. Hay momentos, ya en mar abierto, en que
las olas parecen más bravas y hacen que nuestra lancha suba y baje, con
movimientos a los que los citadinos no estamos acostumbrados; también el mar
tiene sus baches, digo en silencio, con un fuerte dolor en la espalda baja. Volteo hacia atrás y veo que el padre Gerardo
va mareado y los compañeros samaritanos del mar le ofrecen lo que pueden,
cierra los ojos y desea, con toda el alma sacerdotal, que lleguemos ya, ya ya.
Otro milagro se realiza: el mar se medio calma, aparece una ballena haciendo
sus gracias y luego los delfines parecen jugar carreras parejeras con nuestra
lancha. Nos detenemos, de vez en cuando, para esperar a los compañeros de la
otra lancha. ¡Tierra a la vista!, grita el co-conductor. Nos enfilamos hacia la
isla de en medio, llegamos pronto y desembarcamos haciendo gala de brincos no
ensayados y habilidades que no sabíamos que teníamos.
Lo primero
que miramos fue un pequeño grupo de pescadores que ya nos esperaban. Hay en
esta isla una magnífica capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe.
Inmediatamente preparamos lo necesario para la celebración de la Eucaristía. Me
impresionó poder presidir la santa Misa en la que participaron los
abuloneros y vigilantes, junto con sus
familias. Me sentí como los primeros misioneros que llegaron a estos
remotos lugares… Como teníamos
programado regresar a Cedros a media tarde, apenas celebramos la Eucaristía,
compartimos los burritos de machaca de pescado que las señoras habían previsto
para comer a mediodía. No sé desde cuándo se acostumbra que las mujeres se
reúnan con las mujeres y los hombres con los hombres; está tan arraigado que ni
estando en medio del mar pudimos romper con la tradición. En la isla todo es
rústico; nos sentamos en la única banquetita que hay y degustamos los sagrados
burritos que nos supieron a la mejor comida del mundo. Platicamos, bromeamos y
nos reímos un buen rato con los señores jóvenes que miraban con satisfacción
que hayamos ido a visitarles en su lugar de trabajo. Nos levantamos y Eduardo
organizó un paseo breve para ir a saludar a los lobos y los elefantes marinos
que han hecho de la isla su hábitat; es explicable que, al vernos llegar,
hicieran sus ruidos característicos para decirnos que no éramos bienvenidos y
que no los molestáramos, ni siquiera con la mirada. Regresamos al embarcadero
para emprender el viaje de regreso. Eran las tres y media de la tarde.
Las Islas
Benitos son un lugar en el que el tiempo se ha detenido. Lejos, natural,
majestuoso, puro. La naturaleza virgen, bella, majestuosa, como fue y ha sido
desde la creación del mundo. Contrasta sobremanera con las complicaciones de la
ciudad moderna; me impresiona la
majestuosidad de lo sencillo. Definitivamente son un tesoro y un reto, una
posibilidad y un llamado permanente a respetar, custodiar y cuidar la creación
que pertenece a todas las generaciones.
Navegar y
estar durante cuatro horas en una lancha pequeña me hizo meditar en la vida,
con sus mares y marullos. Unos fierros alineados y organizados, unos materiales
trabajados por la inteligencia y las manos humanas, son lo que necesitamos para
llegar bien a la otra orilla de la vida. Estamos bien equipados. Dios nos hizo
muy bien. El resto depende de nosotros.
Como en otras
ocasiones de/en la vida, el regreso fue más rápido y relajado. Llegamos a la
hora prevista y continuamos nuestras labores. El padre Gerardo a la segunda
reunión con el Consejo Parroquial de Pastoral; el padre Rodrigo y un servidor a
visitar a los muchachos y señores del Centro de Rehabilitación para adictos.
Recorrimos las instalaciones y me pidieron una plática de motivación para
continuar con su lucha vital, liberarse de sus cadenas y sanar sus dolencias y
enfermedades.
Regresamos a
cenar a casa. Héctor y Yoly nos prepararon un humilde abuloncito y nos
enseñaron a cocinar la machaca de pescado.
¡Qué buen día!
¡Qué especial día! ¡Qué gran día! La grandeza de la creación, la grandeza del
ser humano, las fragilidades del ser humano.
Jueves 7 de julio de 2011.
Es el último día de la Visita Pastoral. Lo
dedicaremos a la cabecera parroquial, el pueblo antiguo de Cedros. No tengo los
datos exactos del censo 2010 pero la gente habla de alrededor de dos mil almas
que viven establemente en esta isla. En temporadas especiales hay más personas
que vienen de otros lugares, sobre todo de Baja California Sur e isleños que
han salido y se han establecido en Ensenada y otros lugares.
La tarea de esta mañana es revisar los libros
parroquiales y platicar con los miembros del Consejo Parroquial acerca de la
situación espiritual y pastoral de esta comunidad. Vamos, a la hora indicada,
al templo y a la oficina parroquial y platicamos larga y amigablemente con el
párroco, el padre Rodrigo Salinas. Revisar libros de bautismos, confirmaciones,
primeras comuniones, matrimonios, contabilidad y administración de los bienes
materiales de la parroquia es una tarea que había encomendado al Decano en
visitas anteriores. Hoy lo he querido hacer yo mismo para platicar con el
sacerdote sobre la aplicación de las directrices pastorales de nuestra diócesis
de Ensenada, la situación personal del sacerdote y los planes pastorales de la
parroquia. El padre Gerardo, secretario de esta visita pastoral, ha tomado nota
de las felicitaciones, compromisos y observaciones.
Al recorrer el templo, revisar la sacristía y
adentrarme en los libros parroquiales, medito y descubro: ¡cómo hace bien la
presencia del sacerdote en su comunidad! Desde 1942 hay presencia constante en
esta aislada isla de Cedros. El servicio (ministerio) pastoral del sacerdote
une, cuida, alimenta, da la seguridad y confianza de un padre y hermano,
comunica, proyecta y hace que la comunidad trascienda en el tiempo para la
eternidad. El sacerdote es un discípulo de Jesucristo enviado (misionero) por
la Iglesia para enseñar, santificar y guiar, como buen pastor, al pueblo
encomendado. ¡Qué gran misión! No se envía a sí mismo, ni debe trabajar para sí
por un salario temporal… He revisado los libros y me he detenido, en silencio,
a reconocer con gratitud los nombres de tantos hermanos sacerdotes que han
presidido la Eucaristía, bautizado, confirmado, casado, ungido, predicado,
escuchado, amonestado, aconsejado, corregido, acompañado a tantas personas y
familias. Hay honda huella, clara, bien marcada en la historia de esta hermosa
gente. Uno como sacerdote no sabe, a ciencia cierta, si la semilla sembrada
nació, creció y fructificó o se perdió antes de llegar al corazón de los
feligreses…
En este 2011 ya hay comunicación al alcance
de todos; hace unos cuantos años no era así. Sin embargo no deja de ser isla.
Seguimos encontrando momentos fuertes de depresión, tristeza del alma
revueltita con soledad, sensación de ‘estar lejos’, aislamiento e impotencia
para salir cuando se necesita. Las condiciones económicas de la mayor parte de
la gente son aceptables. Sigue habiendo problemas serios de adicciones… La
presencia y el ministerio del sacerdote están llamados a ser un antídoto
eficaz. Reconozco y agradezco también a las religiosas y catequistas que han
cumplido muy bien su misión de enseñar y acompañar a los bautizados. Una
iglesia local no se construye sin la participación de su misma gente. Me han
comentado que es necesario suscitar gente nueva, gente que se comprometa más a
fondo en el servicio pastoral a la comunidad. Sigue siendo una tarea pendiente.
Estoy convencido que habrá más gente comprometida si tomamos en serio la Nueva
Evangelización.
Por la tarde, iniciamos la novena a la Virgen
del Carmen, patrona de la parroquia y venerada, especialmente, por los
pescadores. Después de salir en procesión desde la casa de la tercera edad,
celebramos festivamente la Eucaristía, compartimos la cena que prepararon las
personas encargadas del primer día de la novena y terminamos el día con la última
reunión con el Consejo Parroquial de Pastoral. Nos propusimos mirar con
confianza y dedicación el proyecto de la Iglesia para volver a evangelizar a
los cercanos y a los alejados. Necesitamos nuevas estrategias, nuevos métodos y
un corazón ardiente en caridad pastoral. La nueva cultura del mundo viejo ya
llegó a la isla. A nuevos retos, nuevas respuestas.
Regresamos a casa a hora temprana para
preparar el viaje de vuelta a la cabecera de la diócesis. Todavía quedó un
‘tiempecito’ para ir a ‘pistear’ y contemplar la luna y las estrellas que se
despertaban e iniciaban un nuevo recorrido por el espacio y el tiempo. Muchas
gracias, Señor, Buen Pastor, por este día, por todos los sacerdotes, religiosas
y seglares que han pisado esta tierra, la han sembrado con tu Palabra y
cultivado con la esperanza de ver, algún día, los frutos de salvación.
Viernes 8 de julio de
2011.
Nos
despertamos más temprano que los días anteriores de la visita porque teníamos
que estar listos en la pista a la hora que nos indicara el Capitán Corral desde
Guerrero Negro. El avión despegó en Guerrero Negro y, después de veintidós
minutos, pasó por nosotros a Isla de Cedros… Regresamos a Ensenada, vía
aeropuerto de Tijuana. Vuelo muy tranquilo, tan tranquilo que me dio la
serenidad necesaria para recorrer en mi cansada memoria las vivencias de estos
intensos, hermosos y fructuosos días en la isla.
Hemos vivido,
paso a paso, con el ritmo de la fe y del corazón, en los momentos previamente
convenidos, los encuentros con nuestro
Señor y con su Iglesia peregrina en estos áridos terrenos rodeados de mar por
todos lados. En lugares como la isla, el cielo se ve más cercano, más al
alcance de la mano de la fe y del corazón. La tierra aparece no sólo como un
lugar donde plantar los pies peregrinos sino también como escalón que nos
acerca a la consecución de nuestros sueños, con sus costos de nostalgia y esfuerzos,
muchas veces heroicos… El tiempo parece caminar muy lento; hay tiempo para
todos y para mucho. El espacio terrenal es limitado pero la grandiosidad del
mar invita a soñar en grande, a trasladarnos a los cuatro puntos cardinales de
los mundos que se vislumbran en las noches tapizadas de estrellas, las estrellas y los planetas de
los sueños…
Lo más grande
de esta Iglesia son los bautizados peregrinos, trabajadores, soñadores,
platicadores, alegres, buscadores de tesoros de felicidad. De mi parte, he
procurado salir al encuentro de toda la gente, ahí donde estaban… Es tiempo de
visitar y visitar es caminar, ir y venir, platicar, escuchar, sugerir,
orientar, salir y entrar, revisar, escribir, orar, celebrar, soñar, confiar,
amar, esperar en silencio… He platicado
con las personas en la calle, en la playa, en el muelle, en la pista, en las
tiendas, en las casas, en la orilla y en el centro, en los templos y en los
atrios… El encuentro que más me impactó sucedió el día miércoles 6, en la
tarde, cuando regresamos de las Islas Benitos. Un grupo de siete jóvenes,
llenos de ilusión por hacerse de un trabajo estable, ‘lavaban las redes’,
acarreaban carnada a las lanchas que estaban a punto de salir a trabajar. “Padre, padre, danos la bendición con mucho
agua bendita para que nos vaya bien…” La fe, la esperanza, el amor en
acción. La Iglesia sigue siendo barca sembradora de buenas noticias, de
Evangelio, de esperanza, de encuentros saludables… Intensísimo e inolvidable
momento de fe-confianza y de encuentro familiar. No se me olvidan esos rostros
cargados de esperanza porque experimentan la presencia de Dios, de su Iglesia y
de los prójimos hechos hermanos y compañeros.
Muchas gracias
pueblo de Dios peregrino en Isla de Cedros y alrededores. Muchas gracias padre
Rodrigo, catequistas, coros, servidores, voluntarios. Muchas gracias
Cooperativa y Empresa. Veo sus rostros quemados por fuera por el sol pero con
el blanco y rojo amor por dentro… Con nombres precisos y sueños por seguir
conquistando… Los llevo en mi corazón de pastor, corazón orante y agradecido
porque Dios sigue y seguirá haciendo maravillas en ustedes.
El Padre
Miguel Ángel Alva nos espera ya en el aeropuerto de Tijuana. Pasamos la
revisión acostumbrada por nuestros soldados. Como salimos temprano llegamos
justo a tiempo para ir a saludar a los padres y a los muchachos del
Pre-Seminario en el Valle de Guadalupe. Después de un caluroso saludo nos
dirigimos a casa, en Catedral, justo a
la hora de la comida. David y Lulú nos esperaban con ‘más pescado’ y sabrosos
detalles.
Descansamos
brevemente y, ¡a seguir trabajando en la Viña!
+Sigifredo Noriega Barceló
Obispo de Ensenada
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