domingo, 10 de diciembre de 2017

CRONICAS ENSENADENSES
(Segundo tomo)
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UN VIEJO AMOR
( Merecido tributo a mi esposa)
Heberto J. Peterson Legrand.

Recuerdo aquél lejano 1954 cuando ingresé al Colegio Ensenada, ubicado entonces en la Calle Primera casi a la altura de la calle Soto. El propietario fue el Prof. Don Luis Gutiérrez, era el primer año de existencia del colegio y me vienen a la memoria algunos de los primeros maestros: Prof. Jesús López Gastélum, Prof. José Luis Domínguez, Prof. Edmundo Hirales, Profesora Emilia Legaspy, Ésta última la única Ensenadense y con un prestigio ya ganado.
Cierto día hace su arribo un automóvil Mercury conducido por un soldado de nombre Agustín, y de él se bajaron dos niñas, una de siete años llamada Velia y otra de nueve años llamada Antonia Guadalupe, hermanas de apellido Rodríguez Romero. Yo tenía casi trece años y mis ojos fueron cautivados, a pesar de mi niñez, por aquella niña de 9 años que era verdaderamente hermosa y ya no la pude sacar de mi mente y despertó en mi sentimientos que yo mismo no comprendía….puede un niño de casi 13 años ya enamorarse a primera vista?...
Cuantas veces tuve oportunidad me acerque a ella y obtuve la respuesta que esperaba y aquella “amistad” de niñez que estaba en transición para convertirse en “tierno amor de adolescencia” se iba alimentando como las brasas alimentan el fuego con un calor que nuestra proximidad disfrutaba.
Paso un año, yo estaba en sexto año y ella en cuarto y dada nuestra edad era muy difícil vernos, pero buscábamos la manera ya que ella vivía en el Ciprés, hija de un General, él estricto y yo algo tímido en determinadas circunstancias, aunque llegue a estar en una fiesta que le organizaron en su casa.
Para fortuna era muy amiga de Dalel Nassiff y cuando la visitaba, so pretexto de salir a dar una vuelta pasaban por mi casa y allí la abordaba y platicábamos.
Yo ingresé a la Secundaria Migoni, y en ese año  dolorosamente su familia decidió mandarla a estudiar a Monterrey, Nuevo León, y es allí donde sentí que la había perdido para siempre.
En 1958 durante una fiesta en casa de la familia Anasosa, para mi sorpresa, llegó siendo ya una adolecente de unos 14 años y seguía hermosa y sencilla en su modo de ser. Se ilumino mi rostro y se me salió la baba, no lo podía creer, sólo la vi un momento porque llegaron por ella…
Pasaron los años y yo seguí aquí, anduve de novio con algunas buenas muchachas, yo seguía siendo algo tímido sin dejar de ser alegre y muy bailador, en fin la vida es eso experiencia, siempre fui fiel a la amistad y al noviazgo, el respeto por las damas fue algo que me inculcaron en mi hogar y era algo inherente a mi persona, sin dejar de admirar la belleza en algunas muchachas. Había aquí un señor que era de profesión tornero que tenía una hija alta bella y esbelta y decíamos los muchachos que su hija era su mejor obra…
Bueno, después de retratarme un poco, sigo. Pasaron doce años, yo ya tenía 25 años y estando platicando con mi mamá, el tema era Antonia Guadalupe a quien seguía recordando a pesar del paso de los años y, cuál es mi sorpresa que a la semana siguiente recibo una carta de ella para saludarme, enterarse de cómo me encontraba y saludar a la familia.
Yo me llene de gozo y de inmediato le conteste y le pedí que me mandara una fotografía de ella para ver cómo estaba actualmente. Me contesto mandándome junto a su respuesta una fotografía de ella de un año de edad. Después de la tramposa fotografía le mande una de un año también pero junto a mi gemelo Humberto. Ella no se esperaba la respuesta broma sencilla contra broma doble…ya después me mando fotografías actualizadas y me pude percatar de su belleza, sus ojos me fascinaron, tenían una expresión que me cautivo.
Transcurrió ese 1966 y nos estuvimos frecuentemente escribiendo-casi todos los días- y conservamos aún en una caja las cartas de aquella romántica época.
Por fin en marzo de 1967 me fui en tren a México, D.F. donde vivía. El día que llegué fueron por mí: Mi suegra, Velía mi cuñada, Esperanza, una amiga y Antonia. Al verla y estrecharla por primera vez en mis brazos sentía que me robaba un pedazo de cielo. De la estación nos trasladamos en vehículo a su casa sentándonos atrás sólo Antonia y yo y…en el trascurso del camino no pudiéndome contener le expreso mis sentimientos, mi amor y me le declaro. Su respuesta fue un sí que me supo a gloria. Nos gustábamos  pues ya en las cartas nos habíamos identificado y manifestado nuestro mutuo amor. Para mí no era difícil ya que era muy bella y dulce y, yo tuve suerte con eso de que “el amor es ciego”. Estuve 15 días en México capital, salíamos a caminar, a tomar café con pastelito a cenar y a platicar sobre infinidad de cosas, hacer proyectos, elaborar planes y juntos soñar  mientras nuestras almas se estrechaban cada día más, el romanticismo invadía nuestro espíritu y todo era color de rosa.
Ella decía que en mis cartas me retrataba, me trasparentaba, me sentía sincero y desperté en ella sentimientos que desconocía y fue aprendiendo a amarme cada día más y más.
Llegó el no deseado día de partir, me regresé en autobús sin dinero… ella no lo sabía… y me hizo unas  galletitas que me comí junto con un jugo la primer noche y el resto del viaje tomaba agua, no sé cómo le hice, llegue a casa de una tía, devore unos tamales con frijoles y seguí mi viaje e Ensenada, juventud y amor iban de la mano, el amor nos hace hacer lo indecible.
Pasaron siete eternos meses, llamadas telefónicas incontables, mucho dinero erogado. Logre, con el apoyo de mi hermosa Madre dar el enganche para una casa en la Ampliación Moderna, en la calle Atenas.
Llegó octubre y a finales salí en el último o uno de los últimos vuelos de Mexicana de Aviación en un DC6 a México ( primera vez que volaba) y llegue el 30 de Octubre.
Nuestra boda fue el 4 de Noviembre de 1967en la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán en la Capilla de la Virgen del Rayo.  Nuestra primera noche estuvimos en la capital en el Hotel Alameda donde nos entregamos por primera vez el uno al otro sin haber pertenecido antes a nadie más.  Al día siguiente volamos a Guadalajara, nos hospedamos en el Hotel Roma, Había un pésimo tiempo al grado que tuvimos que dejar pagado tres días más de hotel. Estuvimos en el Lago de  Chápala donde el agua se había salido de nivel, fuimos a bailar a un restaurante llamado El Rincón de Toño Nañes donde había bella música de cuerdas y allí bailamos por primera vez, ya que en nuestra boda no hubo tal
El Hotel era muy singular pues, independientemente de que tenía los controles de las luces en lo que podríamos llamar los lugares normales, los tenía además en la cabecera de la cama. Nos acostamos y con cualquier movimiento de los enormes almohadones se encendían una u otras luces y teníamos que sentarnos, reconocer aquellos contactos cóncavos incrustados en la cabecera, fue aquello un circo, nos sentamos a reír a carcajadas pensando que no sólo en las películas sucede eso, fue verdaderamente anecdótico.
Para no perder la costumbre me quedé sin dinero y nuestra última cena en el Hotel fue repartirnos unos jamoncillos que había comprado en un puestecito, yo con cara de preocupado y frustrado y Antonia sonriente consolándome.
Al siguiente día nos desayunamos con los $ 17.50 que nos habían quedado en aquel 1967, abordamos él avión, mi primer vuelo en jet, y salimos rumbo a Tijuana.
Ya instalados en Ensenada en un departamento que era propiedad de la Sra. Vda. del Ing. Mauro Aguirre a quien cariñosamente le decíamos “Tita” ubicados en calle 10ª, entre Avenida Ruiz y Obregón iniciamos nuestra vida de casados en nuestra querida Ensenada.
Días después nos trasladamos a nuestra casa ya terminada en la calle Atenas de la Colonia Ampliación Moderna…
Hoy han pasado casi 45 años de casados, tenemos un hijo de 44 años llamado Rolando, Maestro en Geología, soltero; Heberto de 42 años Casado con Karen Gastélum, ambos Filósofos, y él estudiando un doctorado, nos han dado dos nietos: Heberto Iván de doce años y Erik de 9 y Soraya, de 36 años de profesión Lic. en administración de Mercadotecnia, casada con Jorge Piñuelas, Contador Público y Abogado, nos han obsequiado dos nietos: Andrea Isabel de 12 años y Jorge Mario de 5 años. En nuestros hijos y nietecitos vemos la extensión y el sentido de nuestras vidas ya que nos prodigan un amor inconmensurable que nos produce una satisfacción indescriptible que llena nuestras vidas.
Antonia Guadalupe, es ese Viejo Amor, que empezó en una tierna edad cuando era un joven amor y hoy la vida nos ha desgastado y en las buenas y en las malas siempre hemos estado unidos, tomados de la mano y dando gracias a Dios por tantas bendiciones.
Vemos nuestras fotografías y vemos que el tiempo no pasa en vano, pero por dentro hay un cúmulo de experiencias y enriquecimiento espiritual que nos inyecta juventud y todavía nos presenta un horizonte de esperanzas y la responsabilidad de dejarles a hijos y nietos el legado de la responsabilidad y compromiso.
Nuestro mayor deseo es seguir unidos hasta el último suspiro y que nos haga personas de Bien y capaces de seguir Amando aún más allá de nuestro Hogar.

Un viejo Amor es cimiento firme que se sustenta en la Verdad, la Belleza y el Bien.

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