CRONICAS ENSENADENSES 6 DR. PEDRO LOYOLA LUCQ. SEGUNDO TOMO.
Heberto J. Peterson Legrand
En el transcurso de nuestras vidas sabemos donde nacemos, pero no
imaginamos por que caminos habremos de transitar, y todo ello se convierte en
un cúmulo de experiencias que nos permite ir conociendo la condición humana y
con ello se va construyendo esa historia personal y social en la que nos vemos
envueltos, a veces provocando y empujando los acontecimientos y a veces
empujados por ellos...
El Dr. Pedro Loyola Lucq, observador de su entorno y actor en muy diversos
escenarios nos sigue platicando en sus “Memorias” de otras vivencias más: y titula otro de sus
capítulos “Espionaje:” y comenta: “ Varios años después de haber terminado la
Segunda Guerra Mundial, fue encontrada en la Sierra de San Pedro Mártir una
estación inalámbrica abandonada, pero aún en posibilidad de trabajar, se ignora
quién o quienes la montaron y utilizaron, pero por las características de las
torres y el secreto de su erección y funcionamiento, se piensa que los que las
levantaron y las operaron o eran alemanes o partidarios de ese país.
Las mencionadas torres fueron traídas a Ensenada y levantadas en la manzana
situada entre las calles 5ª. y 6ª y Miramar , donde por muchos años estuvieron
dando servicio inalámbrico con el centro del país.
En la década de 1930 las costas de Baja California pululaban de pescadores
japoneses establecidos en la zona. La pesca estaba en sus manos y había en esta
ciudad otros muchos de la misma raza dedicados a pequeños ranchos, comercios,
fotografía, etc. Es de suponerse que la mayor parte de ellos eran espías del
Imperio del Sol Naciente.
En la Ave. Gastélum y casi esquina con la calle Primera, existía en ese
entonces la fotografía de un japonés llamado Harry Tai, quien vivía con su
familia, compuesta por su esposa, dos hijas jovencitas y un niño de unos 6 ó 7
años. Harry Tai era alto, bien parecido, educado y ceremonioso como los orientales.
Tuve la oportunidad de atender a la familia como consecuencia de un serio
accidente automovilístico en la Cuesta del Carmen de la carretera libre a
Tijuana. El niño cerró la llave del encendido en la bajada, inmovilizando la
dirección y toda la familia se fue al barranco. Murió inmediatamente el menor,
una de las hijas se luxó un hombro aparte de golpes y heridas, la otra hija y
Harry salieron más o menos bien librados, en cambio la esposa de Tai sufrió
fractura en la espina dorsal, de ambas piernas y del brazo izquierdo. Fueron
trasladados al Hospital Civil, del cual en ese entonces era yo el Director y
como no había en la ciudad ningún traumatólogo, tuve que hacer lo que pude para
ayudar a la Sra. Tai. Improvisé con cuatro barrotes y poleas una cama de lona
fuerte, para poder tener inmóvil a la Sra. y poderla asear, pues además de las
fracturas hubo que practicarle un legrado pues estaba embarazada de 3 ó 4 meses
y el producto falleció en el accidente. Estuvo enyesada bastante tiempo, pero
conseguí que sus fracturas soldaran y con cierta dificultad volvió a caminar
con muletas.
Al atacar Japón en diciembre de 1941 a Pearl Harbor, México ordenó la
concentración de todos los japoneses que habitaban la Baja California a
Guadalajara y otras ciudades del interior, pues se temía y con razón que
pudieran ayudar a sus paisanos en un ataque a Estados Unidos, usando como
trampolín a la Baja California. Años después tuve noticias ciertas de que Harry
Tai el humilde fotógrafo de Ensenada, era Almirante de la Armada Imperial y
primo cercano del Emperador Hirohito.
En otra parte y en relación con la Guerra sigue comentando: “ El General
Cárdenas vino a tomar posesión de la
Jefatura de Armas de la 1ª. Zona Militar y hubo de acceder a que cada
determinado número de kilómetros por las costas se pusieran partidas de
militares mixtas, mexicanos y americanos con equipo de radar americano y
artillerías del mismo origen, pues los Estados Unidos pretendían invadirnos
para proteger el sur de su país. Con tal motivo, se organizó la población de
Ensenada para el caso de una invasión por parte de Japón.
Se declaró la ciudad en estado de alerta, no se permitía ninguna ventana
iluminada o luz cualquiera, el alumbrado de las calles estaba apagado, los
pocos autos que circulaban tenían los faros tapados con papel negro y sólo una
pequeña rendija vertical se veía, se nombraron jefes de manzana con la
obligación de evitar que ningún rayo de luz se escapara de las casas a las
tinieblas del exterior. La población masculina de los 18 a los 60 años recibía
instrucción militar diaria; se formó un numeroso grupo de jóvenes ensenadenses
a quienes se adiestró como pilotos de avión ( Pancho Zárate, Boby Salazar,
Jorge Hernández, etc.).
A mi se me encomendó organizar y adiestrar a un numeroso contingente de
muchachas para enseñarles algo de enfermería y primeros auxilios, haciéndose la
distribución por zonas y dotándolas de botiquines elementales.
Se inició en la salida de la Calle 10 una cueva como refugio antiaéreo para
la población civil, dicha cueva la utiliza actualmente Bodegas Santo Tomás como
CAVA.
Las comunicaciones con el centro del país no existían, el servicio de
cabotaje se suspendió. La comunicación a Sonora por carretera y por ferrocarril
aún no existía y por avión mucho menos.
Los Estados Unidos estaban racionados por su esfuerzo de guerra y nosotros
más racionados aún, rara vez se conseguía leche, ropa, gasolina etc. No nos
moríamos de hambre, pero si hubo mucha escasez de todo.”.
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