CRONICAS ENSENADENSES 1 DR. PEDRO LOYOLA LUCQ. SEGUNDO TOMO
Heberto J. Peterson Legrand
En diciembre de 1986, el Dr. Pedro Loyola
Lucq, primo político y persona muy querida por mí, y no se diga para muchas
generaciones de Ensenadenses, tuvo a bien obsequiarme sus “ Memorias” que son
el testimonio de un hombre valioso y valiente, de un ameritado profesionista
que dejó huella y que en reconocimiento a su fecunda labor se le puso su nombre
a una muy importante avenida de nuestra ciudad que corre desde la avenida
Adolfo López Mateos, a un lado de la Secundaria Prof. Héctor Migoni Fontes,
hasta la Avenida Westman que colinda con la zona militar del Ciprés.
Un hombre culto, amante de los libros, de fácil verbo, era grato escucharlo
disertar sobre diversos tópicos y además era poseedor de un fino sentido del
humor...
La información que mis estimados lectores lean en los varios artículos que
les obsequio esta obtenida de las
“Memorias” de éste ilustre galeno.
Cito textual: “ Llegué a esta ciudad en 1939, como Director del Hospital
Civil , inaugurado poco tiempo antes por el Dr. Raúl López Engelkin su fundador
y primer Director.
El hospital de aquel entonces tenía tres enfermeras, una afanadora,
cocinero y un administrador y boticario a la vez, los médicos éramos dos.
Carecíamos de sala de operaciones, de sala de maternidad y sala de expulsión;
solo había sala de hombres y de mujeres y tres cuartos de recuperación. Tócame
la suerte de hacer la sala de operaciones que estuvo funcionando hasta hace
pocos años. También construí el pabellón de maternidad con su sala de expulsión
...”
Hago la aclaración de que elegí textos de las “Memorias” y ordene según mi
criterio, pues me es imposible transcribir la obra completa.
Contrajo nupcias con la Srita. Esperanza Peterson Cota a quien
cariñosamente se le conocía como Kity , hija de Don Alfonso Peterson Gutierrez,
hijo del Dr. Bertram H. Peterson e hija de Doña Esperanza Cota, hija del Lic.
Enrique Cota, ambas familias pioneras de Ensenada.
El Dr. Pedro Loyola Lucq, atendió más de 10,000 partos y por cierto en el
desarrollo de mis artículos iré transcribiendo algunas anécdotas para que como
dice Loyola en la introducción de su obra: “ espero que se diviertan un poco a
mis costillas...”
Cito: “ Una tarde atendía un parto difícil en una casita cerca del kequi y
me vi en la necesidad de aplicar fórceps. La paciente en su cama fue sujetada
de sus piernas por familiares y otro de ellos siguiendo mis instrucciones le
proporcionó un poco de éter en un algodón sobre la nariz y boca, me instalé a
los pies de la cama, puse el fórceps y empecé a jalar. El piso de la recamara
estaba cubierto de linóleum, el cual estaba mojado y resbaloso; al hacer el
último esfuerzo para sacar a la criatura
con el fórceps, me resbalé y caigo que no caigo con el fórceps en la
mano fui a dar contra la ventana, la rompí y caí al jardincillo de enfrente de la
casita, sin hacerme daño, sin soltar el fórceps, pero si habiendo soltado en la
cama al niño. Gracias a Dios no hubo nada más que lamentar que los vidrios
rotos, pues tanto la mamá como el niño, estaban vivos y bien”
Retrocedamos en el tiempo para seguir a nuestro personaje como estudiante:
Cito: “ Principié mis estudios de Médico Cirujano, en la vieja casona de la
Plaza de Santo Domingo de la Ciudad de México. La casa en sus orígenes fue
ocupada por la inquisición en los tiempos de la Colonia, en 1932 era el asiento
de la Facultad Nacional de Medicina de la Universidad Nacional de México.
Mis estudios de preparatoria los había hecho en la misma Ciudad de México,
en el Colegio Francés de la Avenida Morelos de los hermanos Maristas, que
estaba catalogado entonces como una de las mejores y más costosas escuelas
privadas”.
En otra parte dice: “ Mi situación económica durante el primer año de
medicina era estrecha, pero contaba con casa y comida y algo de dinero que me
mandaba mi papá...” Ya en el segundo año su papá, debido a problemas económicos
le pide que se regresé a Querétaro, de donde era originario, pero sigue
diciendo Don Pedro Loyola: “ Yo no quería truncar mi apenas iniciada carrera
porque consideraba que yéndome a Querétaro no tenía ningún porvenir. Fui a ver
a un tío mío, el Ing. José Fernández de Jáuregui que trabajaba en el Gobierno
del Distrito de la Cd. de México y le expresé mi situación, me pudo ayudar con
un nombramiento a la lista de raya como cadenero de una de las cuadrillas de
trabajo de la ciudad de México, el sueldo aún para aquel entonces era
miserable, $ 1.65 diarios, algo así como $ 49,50 al mes, pero con ellos pude
subsistir y continuar con mis estudios...” más adelante sigue diciendo: “ Mi
trabajo como cadenero era bastante pesado, pues tenía entre otras cosas, que
contar y ubicar en los planos todas las alcantarillas, pozos de visita, etc.,
del sistema de drenaje de la Ciudad de México y sus delegaciones, naturalmente,
conocí a toda la Ciudad de los Palacios por todos rumbos, pero a pié...”
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