“COMO SE PASA LA VIDA”
Novela
de María Eugenia Bonifaz
Heberto J. Peterson Legrand.
“Cómo
se pasa la vida”, título de la novela inspirado en una parte de la primer
estrofa “Coplas a la muerte de su Padre” de un poeta español Jorge Manrique que
vivió de 1440 a 1479. Está dedicada al pueblo minero de Santa Rosalía fundado
el mismo año que nuestra Ensenada en 1882 y sobre todo a los mineros cuyo
trabajo la autora valora y siente cómo el más ingrato que hay en nuestro
planeta.
Si bien hay una interesante narrativa de
bella prosa en la novela que incluye tres generaciones, un escenario central que
es Santa Rosalía y su famosa fundidora propiedad de la Casa Rothschild, empresa
francesa que empezó a operar en 1885, un hilo conductor que habremos de encontrar
en Claudia personaje central, nos llevará la autora a otros escenarios, nuestra
capital, el viejo continente y al mismo país de nuestra frontera norte, y el
convivir con otras razas de distintas culturas, sobre todo la francesa con
quienes se da en algunos casos el mestizaje cultural y racial y conviviendo
temporalmente con chinos y japoneses.
Al darles vida a personajes de la primer
generación y acompañarlos en la espléndida narración, los lectores habremos de
identificar a algunos muy queridos a través de anécdotas que nos son conocidas
y apellidos muy apreciados que no digo cuales para que el lector tenga el
placer de descubrirlos el mismo. Personajes que además traslada a otras épocas
50 0 60 años atrás.
La autora describe excelentemente el entorno
donde se desenvuelven los personajes, los oficios que desempeñan con un gran
conocimiento de procesos, instrumentos etcétera, ubicándonos en el tiempo y el
espacio permitiendo ver con los ojos de nuestra imaginación y excitando los
sentidos.
Va describiendo a los distintos protagonistas
que desempeñaran su propio papel introduciéndolos para poderles seguir el paso
e identificarlos con sus caracteres y singulares personalidades que casi nos
invitan a dialogar con ellos.
En el transcurso de la novela la autora nos
describe las prendas de vestir en hombres y mujeres así como de objetos
correspondientes a la época, nos habla de música y arte dejando entrever su
bagaje cultural que le permite pintar bellamente los distintos escenarios.
Los abuelos ocupan un lugar preponderante,
así mismo los padres de Claudia, el duende Guiligú que está inspirado en el
duende Lom-pipa de otro escritor Ensenadense que el lector descubrirá.
Desfilan directivos de la Fundidora
perteneciente a las Empresas Rothschild de Francia y otros funcionarios
franceses, entre ellos, un afamado pintor que con el tiempo vinieron a formar
parte de la comunidad Ensenadense, asimilaron nuestra cultura y dejaron la
huella de su paso en obras y descendientes que junto a nosotros forman el
tejido social de ésta singular sociedad. Con pinceladas escritas nos describe
la Mesa de Francia y la de México y a muchos personajes de ambas, que allí
vivieron, soñaron y lucharon para dejar lo mejor de sí mismos.
Con esa bella prosa que le caracteriza, María
Eugenia describe lo siguiente refiriéndose a nuestra bahía.” Esta bahía yacía
custodiada por azuladas montañas que
descendían a un valle en forma de
perfecta cimitarra. Sus playas de arenas blancas salpicadas de mica dorada se extendían por kilómetros en suave
curva para cerrarse al norte con un gran
cerro rocoso llamado el Vigía y, opuesta
a él, en el otro extremo, en lontananza, surgía Punta Banda, un leve
promontorio que remataba el litoral con
sus farallones desgranados sobre el añil del mar.
En otras páginas en su calidad de historiadora
del mismo, nos lleva de la mano a recorrer el exhotel Rivera del Pacifico, hoy
Centro Social Cívico y Cultural, con una detallada y puntual descripción, que
nos permite apreciar el esplendor de ese hermoso edificio inaugurado en 1930 y
que se ha convertido en un icono Ensenadense.
Y en otra parte de la novela, cuando nace una
criatura en un barco en alta mar y tiran la placenta al mar, escribe dando un
sentido poético, lleno de simbolismo y hermosísimo al hecho cito a la autora: “
Mil delfines salieron a recibirlo partiendo el azul añil, los peces voladores
dibujaron arcos de coloide esparciendo gotas traslúcidas, incontables escuelas de pececillos multicolores se
arremolinaron alrededor del velero
porque supieron que un hijo de esos
mares entraba a las aguas que lo vieron llegar a la vida. El día en que nació,
para buena suerte, como si se retornara una ofrenda a los principios de la
creación, habían lanzado fuera de borda la placenta que le había nutrido en el
vientre materno y ésta se había convertido en anémona marina, flor de sangre
que se desplazó serena hasta perderse de vista
y que lo hermanó para siempre con primigenios recuerdos atesorados en el fondo del mar”
En la novela hay conmovedores episodios de
amor, alegrías sufrimientos y una Claudia cuya vida pasa por distintas etapas
de crecimiento personal, de maduración y vicisitudes. Va adquiriendo mayor
fuerza en la segunda mitad de la novela y nos hace vivir sus alegrías y
dolernos con su dolor, atrapa al lector y ya no lo suelta.
Por último diré que desfilan por sus páginas
vidas de mineros que son el alma de ese pueblo de Santa Rosalía que nunca ha
estado dispuesto a Morir.
El lector cuando lea sobre “Pedro el minero”:
su entorno, sus sacrificios, sus riesgos, sus luchas se conmoverá
profundamente.
María Eugenia cierra su descripción con la relación insostenible de Pedro, el hombre
topo siempre trabajando dentro del mayor peligro, y el capataz Artaud con lo
siguiente, después de una rencilla provocada por el capataz y donde éste muere:
“…Al verlo, Pedro sintió que él mismo se desangraba. Con un sollozo que parecía
venir desde su primer llanto, como si fuera ajena, limpió su mano manchada en
el pantalón y la restregó en la tierra que aceptó su cuota de sangre”, esto
último le impresionó a la doctora Ana María Mellado y consideré importante
incluirlo.
La autora en ésta elocuente y bella novela
les rinde merecido tributo a los mineros que extraen el fruto de la tierra de
obscuros, profundos y peligrosos lugares arriesgando vida y salud para
llevarles el pan de cada día a sus familias.
¡Felicidades! María Eugenia por acrecentar en
estas bellas páginas tú legado a ésta Baja California-tu antigua California- que
tanto Amas y le obsequias una vez más tu Talento.
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