sábado, 24 de octubre de 2009

La Democracia.

“LA BRUJULA”

LA DEMOCRACIA…
( hay que madurarla )

Heberto Peterson Legrand

La democracia no es algo estático, ya hecho, perfecta. Hay que irla construyendo todos los días y en algunos países la vemos más evolucionada que en otros.
Es verdaderamente democrático aquel Estado en el cual se ejerce auténticamente la autoridad que es delegada por el pueblo, razón por la que debemos participar en política no sólo emitiendo nuestro voto en las elecciones.
La democracia exige un pueblo cada vez más maduro en el aspecto moral y político puesto que debe tomar decisiones de máxima responsabilidad.
Todo gobierno tiene la obligación de educar al pueblo para que sean libres y responsables porque el llamado “hombre-masa” no es demócrata y si instrumento fácil de manipular.
Algo que caracteriza a las verdaderas democracias es la libertad responsable y el reconocimiento de los derechos de la persona y su dignidad, no olvidemos que las injusticias precisamente provienen de esa falta de respeto a los derechos de los ciudadanos, derechos que enumera muy bien la encíclica “Paz en la Tierra” del Papa Juan XX111.
La mejor forma de gobierno, como bien dice Antonio Alonso en su libro “Formando Hombres Nuevos”: es aquel que garantiza con mayor eficacia, tanto la libertad del pueblo frente al gobierno, como la libertad del gobierno frente al pueblo. No hay que atar de manos a un gobierno provocándole disturbios y desgastándolo. Lo que hay que hacer es solidarizarnos con ese gobierno que nos representa legítimamente para que pueda desempeñar mejor su función.
En las democracias los partidos políticos juegan un papel fundamental, pues sin éstos, simplemente no habría democracia y caeríamos en la dictadura que sostiene que :la orden es la orden” y donde la voluntad del pueblo no cuenta. Ya se ha vivido la experiencia de los países totalitarios donde el gobierno se atribuye un poder ilimitado sobre los hombres, comunidades o bienes, anteponiendo la fuerza al derecho.
La palabra partido viene de “parte”, de allí se deduce que debe servir al todo. Los partidos no son órganos del Estado, sino del pueblo y, a través de ellos los ciudadanos manifiestan sus preferencias conforme se los dicta su conciencia, conciencia que hay que formar e informar para tomar las decisiones adecuadas.
Hoy en día se debe evitar que los gobiernos sean rebasados por los partidos para vivir bajo una partidocracia que inhibe la participación ciudadana. Si no se vive la democracia hacia el interior de los partidos-como muchas veces lo hemos escrito-no se podrá hacer realidad ésta fuera de ellos.
Los partidos deben tener la capacidad y madurez de autocrítica para aprender de sus errores, las derrotas humillan al soberbio y son lecciones para humilde; los triunfos vuelven soberbios a unos y a otros no les hacen perder el piso.
Los gobiernos en las democracias deben reconocer que el pueblo es el mandante y ellos los mandatarios, hecho que lamentablemente muchas veces se olvida...
Aristóteles enuncio el principio común de que: “ en toda realidad compleja de partes, debe existir un elemento capaz de asegurar la unidad y cohesión entre las mismas”. Con base en ello vemos la necesidad de que en toda sociedad debe existir un grupo de personas que ejerciten la autoridad. Deben ser personas con la conciencia clara de que su misión es servir, la de procurar el Bien Común, para que todos los ciudadanos que integran la sociedad tengan igualdad de oportunidades.
Las democracias deben estar enmarcadas por un Estado de Derecho que regule la relación entre los ciudadanos.
Los gobiernos democráticos requieren de una sociedad participativa, por eso se convierten en gobiernos promotores y no en gobiernos paternalistas que todo lo tutelan y es así como se ejerce tanto la justicia distributiva como la conmutativa. Los gobiernos paternalistas “forman” sociedades inmaduras.
El abstencionismo es la derrota del demócrata, es el pase para que gobierne alguien sin apoyo de las mayorías, es abrir las puertas de la mediocridad.
Los verdaderos liderazgos encuentran en la democracia el terreno más fértil para hacerse seguir cuando logran convencer y saben asumir compromisos en el servicio a los Demás.

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